Familia S. Corazón

La Familia del Sagrado Corazón de Jesús son los laicos que siguen la espiritualidad de las “Pequeñas Hijas del Sagrado Corazón de Jesús”.
En realidad, la “Familia Laica” precedió y fue fundamento de nuestra Congregación. De hecho, la “Asociación para la práctica de la unión con Dios para el triunfo del Sagrado Corazón”, fundada y difundida por el joven sacerdote Amilcare Boccio, reunió en una red de oración y de comunión no sólo a sacerdotes y religiosas, sino también a laicos, especialmente chicas de Acción Católica, para que pudieran ser celadores del Sagrado Corazón, difundiendo la devoción a él y renovando varias veces al día la ofrenda de sí mismos por el triunfo del Sagrado Corazón.
Hace unos veinte años, algunos laicos manifestaron el deseo de vivir la espiritualidad de las Pequeñas Hijas del Sagrado Corazón de Jesús, y así surgieron grupos que caminan con nosotros: en Italia, Rumania, Perú y Madagascar.
La misión principal de la Familia Laica es la misma que la de la Congregación:
“Ir y conducir a todos por el camino del Amor, fuerte, generoso, sacrificado, pero que siempre, siempre, en todas las manifestaciones, en todas las vicisitudes es Amor”.
Podemos decir que el Amor al Sagrado Corazón de Jesús conforma toda la vida, en la familia, en el trabajo, en la disponibilidad para servir en la parroquia y hacia aquellos que necesitan apoyo o simplemente una sonrisa o ser escuchados.
Al leer y meditar los escritos del Fundador y de la Primera Madre, los laicos han captado y hecho suya la "tríada" que cualifica la espiritualidad de la Congregación:
- la humildad y pequeñez evangélica, típica de Jesús: «aprended de mí que soy manso y humilde de corazón»
- la caridad: el combustible que alimenta la amistad con Dios y nos compromete a realizar gestos concretos de servicio, solidaridad y apoyo hacia los hermanos de nuestra comunidad y también hacia los más alejados.
- confianza y abandono en Dios, en Aquel que conoce nuestro nombre y nuestro corazón y sabe infundir valentía y esperanza en los momentos de decisiones y de desafíos de la vida.
Quien ha conocido la persona de Jesús en la aventura de la fe y en la intimidad de la mesa eucarística, goza de la alegría posible en esta tierra y siente el deseo de transmitirla para corresponder al don de la gracia recibida. La familia laica, que ha vivido con pasión la alegría del reciente centenario de la Congregación religiosa, quiere mantener vivo el fuego del carisma del Fundador, expresión de su amor creciente y ardiente al Corazón de Jesús, al que recomendaba «amar y hacer amar».
Por eso, el Señor cuenta también con nosotros para ayudar a los hombres de nuestra sociedad líquida a redescubrir el centro del acontecimiento cristiano, es decir, la persona misma de Jesús y «su corazón abierto que nos espera sin condiciones, sin exigir ninguna exigencia previa para poder amarnos y ofrecernos su amistad» (Dilexit nos, 1).